lunes, 26 de agosto de 2013

Comentarios Luis H. Antezana J.

JENNY CARDENAS

La canción popular es, seguramente, una de las claves de nuestra diversidad Diversa --- y dispersa --- en sí misma, la canción popular propone, sin embargo, un entretejido de vínculos donde las diferencias, sin perderse, sé anundan quizá cómplices. Y cómplices por supuesto, en la creación y la interpretación excepcionales que no en vano están siempre cerca de la fiesta.
Este disco de Jenny Cárdenas es una cuidadosa búsqueda –en la voz, en los arreglos; pero también en la investigación y selección--- que transita un territorio donde nuestros espacios y tiempos distintos tienden a convertirse en un solo cuerpo. Vientos y cuerdas, se dirían, hacen de puentes (como ejemplarmente se puede oír aproximado, entre otros, “El camba” y “Misterios del corazón”. Parafraseando una fórmula célebre parece que la “memoria colectiva” está estructurada como un lenguaje--- de canciones.
Destacando sólo lo poco que puedo seguir, diría que todo ello, es finalmente, muy concreto; pues, aquí, el taquirari y el yaraví, el huayño y la cueca, el kaluyo y el bailecito que conviven no son frías categorías musicales sino, más bien fragmentos de territorios e historias que, gracias a Jenny Cárdenas, escuchamos como si alguna vez hubieran andado juntos. Y, como aquí todavía, el territorio propio está ocupado, Padilla y el Teniente Villa cabalgan juntos.
Es que el recurso no es añoranza; es sólo el rincón del olvido donde se espera (Sáenz). Presencias. Así escucho algunos homenajes que las evocan. En el taquirari “Misterios del corazón” como no escuchar también a doña Gladys Moreno. Un gesto análogo al que explicaba Fernando Rodríguez Casas cuando decía que pintaba un valle cochabambino siguiendo la mano de don Raúl Prada. Otro homenaje, en mi manera de oír, es el yaraví “Tiempo”, pues en alguna ocasión, nos ayudó a comprender el destino de René Zavaleta Mercado. Y qué ejemplar en pluralidades es en esta pieza: un yaraví, género de antaquísima tradición, en manos de una musicalidad más contemporánea y sobre el sugerente tema del retorno, donde el espacio de las errancia no es ajeno al del origen. Y desde Felipe Delgado nos viene “No le digas” de Jaime Sáenz, el que sabía de nuestra diversidad y complejidad como cuando nos habla de un saco de aparapita.
Sabemos que esto sucede en todas partes, que las canciones populares sostienen y ayudan. Pero podemos imaginarlas locales en su pluralidad diseñando también nuestra complicidad en una función de un sentido para esta nuestra vida. El canto de Jenny Cárdenas lo dirá.
Luis H. Antezana J.

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